CELESTE PROFUNDO
Encontré una nota en un viejo cuaderno que decía: “Llevo un océano dentro”. Años después, en la costa uruguaya, le ofrende a Iemanjá una foto bordada. La observé alejarse en un barquito de madera pintado de celeste bajo una noche sin luna. Al amanecer del día siguiente, mientras caminaba por la playa, encontré que el mar había dejado en la costa otro barco celeste con un pececito en su interior.
En mi niñez, soñaba a menudo con Neptuno. Recuerdo un globo celeste flotando en la ventana de mi habitación. Lo sostenía con fascinación, maravillada por la idea de tener un planeta en mis manos.
Los libros de Clarice Lispector fueron los primeros en ofrecerme las palabras que buscaba para expresar mi vínculo con el agua. En uno de ellos, subrayé una cita: “Ahí está él, el mar, la más ininteligible de las existencias no humanas. Y aquí está la mujer, de pie en la playa, el más ininteligible de los seres vivos. Como el ser humano hizo un día una pregunta sobre sí mismo, volviéndose el más ininteligible de los seres vivos. Ella y el mar. Solo podría haber un encuentro de sus misterios si uno se entregara al otro: la entrega de dos mundos incognoscibles hecha con la confianza con que se entregan dos comprensiones.”
Este trabajo busca rendir homenaje a la diosa del mar y del amor y conectarlo al lenguaje simbólico de mi universo pisciano, bucear en lo profundo, en lo sensible e intuitivo de las aguas emocionales.
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